Los participantes en la primera de las marchas organizadas por Prodestur, el organismo turístico dependiente de la Diputación en este inicio del año, han tenido la oportunidad de descubrir las huertas y las antiguas minas de yeso del Valle del Tabladillo.
Ubicado al norte del parque de las hoces del Duratón, dentro de la comarca de las Pedrizas, El Valle del Tabladillo fue repoblando por cántabros y astures. De ahí las características balconadas y el entramado de adobe y tierra que presentan tanto las casas de la localidad como del núcleo añejo del barrio de Arriba.
Se cree que el nombre del pueblo viene de tabula -porción de tierra heredable y sembrable-, que se utilizaba como medición de tierra.
Conducidos por la guía de Prodestur Ana Manuela Ramos, los caminantes se han dirigido desde Valle de Tabladillo hasta El Barrio de Arriba, tras haberse acercado antes a las minas de yeso, que tiene su origen de la época en la que la zona estaba sumergida en un mar cálido.
A finales del siglo XIX, la localidad contabilizó hasta 600 habitantes gracias a su riqueza minera y sus famosas huertas. Los vecinos se dedicaban en el invierno a la extracción del yeso y en verano a los trabajos del campo.
El pueblo llegó a contar entre seis y ocho minas, la última de las cuales dejo de funcionar a finales de los ochenta del siglo pasado. Tras un intento por producir champiñones en el interior de una de ellas, ahora de trabaja en la idea de recuperar algunas de sus galerías para el turismo.
El trabajo en la mina se realizaba con pico y pala. Se sacaba el yeso en sacos y se tostaba en hornos en el pueblo con madera de chopo. Después se molía y se distribuía. El yeso de Valle de Tabladillo se utilizó, por ejemplo, en el palacio del Real Sitio de San Ildefonso.
El Valle presenta un micro clima -con una temperatura cinco o seis grados superior a zonas próximas-, que ha permitido la abundancia de huertas, y almendros o ciruelos. Este valle se forma con ríos que vienen de la sierra de Pradales, que se encajonan en el macizo de Sepúlveda y son afluentes del Río Duratón.
Tras ver junto al Barrio de Arriba el manantial del Buquerón, donde en primavera hay una bonita cascada, y las ruinas de la antigua ermita de San Cristóbal, los caminantes se han dirigido hacia Castroserracín por la senda del Fraile. En el desfiladero han podido avistar varios ejemplares de buitre leonado, guardando el debido silencio, pues se encuentran en época de cría.
A lo largo del recorrido, han podido ver también excrementos de garduña y tejón, que en esta época comen escaramujas. También han podido contemplar alguna bubilla. Por la zona son habituales también los roqueros solitarios y en verano el alimoche.
En el paseo continúan abundando las huertas, muchos nogales y plantas aromáticas. A estas últimas debe su fama el cordero de la zona, aunque ya son muy pocos los ganaderos. Su potencial en otra época ha dejado innumerables huellas en el paraje por medio de tenadas, unas más construidas y otras perceptibles solo con una valla.
Aunque el paseo es famoso por sus formaciones turriculares: Los Failes y las Monjas. Estos picachos se han formado al disolver el agua materiales más blandos que lo que es en sí la roca y por la acción del viento. Agua y viento han disuelto el yeso y otros tipos de roca, y han creado estas formaciones.
Existe en la zona el dicho de que "El fraile caga dulce"; porque hay muchas plantas aromáticas y abundaban las colmenas, que colocaban en un hueco que tenía el fraile.
Castroserracín ha sido el final del trayecto en una jornada en la que el tiempo ha acompañado, sin bien en algunos tramos era perceptible aún la nieve caída en la tarde del viernes.